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VERA CRUZ - Nº 2   CUARESMA 2016


                   exorno de la imagen adquiere un valor ético, pues viene a reflejar su belleza moral y
                   espiritual,  indicando  su  grandeza  y  soberanía.  Si  bien  el  fasto  se  condena  desde
                   muchos sectores de la Iglesia Católica, en realidad constituía un punto de separación
                   con  los  protestantes,  por  lo  que  su  defensa  sin  excesos  resultaba  ideológicamente
                   beneficiosa.

                                        En  el  vestido  de  la  imagen  se  critica  su  cotidianidad  profana,
                                        demasiado cercana y afecta a gustos y modas concretos; más que
                                        el boato en sí, se juzgaba negativo el excesivo acercamiento de
                                        lo  divino  y  celestial  a  lo  puramente  terrenal.  En  orden  a  la
                                        honestidad  y  decencia  de  las  imágenes,  se  consideraba  poco
                                        respetuosa la mundanidad de su atuendo, su aderezo con prendas
                                        prestadas de damas nobles, así como el intercambio de enseres y
                                        su manipulación.

                                        Estas  últimas  consideraciones  resultan,  en  realidad,  más
                                        aplicables  a  las  imágenes  marianas  de  gloria  que  a  las
                                        propiamente  dolorosas,  pues  de  los  diversos  testimonios
                                        iconográficos  barrocos  que  se  conservan  de  estas  últimas,  se
                                        deduce  la  austeridad  y  severidad  de  sus  indumentarias,
                                        consistente en una toca y vestido blanco, un manto azul o negro,
                                        y una estola, también negra, que desciende desde los hombros
                   hasta el borde inferior de este traje de luto. Entre sus manos, colocadas simétricamente
                   a la altura de la cintura, suele portar en actitud oferente el sudario a modo de gran
                   lienzo o algún atributo de la Pasión, como la corona de espinas, los clavos o un cáliz.
                   Como únicas concesiones al lujo se hallan la corona y, en ciertas ocasiones, la ráfaga,
                   la media luna a los pies o el corazón traspasado por uno o siete puñales.
                                                                                       José Roda Peña
                                                                                 Universidad de Sevilla

























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