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Soledades del Marquesado de Ayamonte
Hace unos meses tuve el placer de asistir a un hermoso concierto de música antigua en el
convento de San Francisco. La conjunción de aquellos muros y aquellas sonoridades me
predisponía a sentir esos ecos del pasado que siempre me asaltan en la vieja ciudad de
Ayamonte. Me gusta curiosear, y tuve un momento para acercarme al Cristo Yacente que
venera la hermandad de la Vera-Cruz y Soledad. La verdad, nunca lo había contemplado
tan de cerca; la mente se me fue a épocas remotas, cuando aquella atormentada imagen
protagonizaba la desaparecida ceremonia del Descendimiento.
Unos días después, recibo la invitación de María Antonia Moreno para escribir en este
boletín. ¿Me habría leído el pensamiento? No tengo mucho nuevo que añadir a lo que ella
tan acertadamente escribió en su día, pero acepté, pues el tema me resulta subyugante; así
que el lector solo puede esperar de este artículo una breve reflexión sobre el papel de las
cofradías de la Soledad en la celebración antigua de la Semana Santa, en este caso
enfocada principalmente al ámbito territorial incluido en el Marquesado de
Ayamonte. Vaya por delante que la celebración actual de la Semana Santa es algo
muy diferente de lo que fue en épocas pasadas, sobre todo en tiempos anteriores al
HISTORIA puramente litúrgicos, se basa en el hecho procesional de nuestras hermandades y
siglo XIX. Mientras que hoy la Semana Santa, salvando el papel de los cultos y actos
cofradías, la celebración antigua, sin excluir desde luego estos aspectos, se asentaba
en un planteamiento escénico orientado a difundir, por medio de representaciones
parateatrales, una catequesis visual capaz de mover a la fe a las masas iletradas. Este
componente escénico se encontraba en su momento álgido en la segunda mitad del
siglo XVI, época en la que la piedra angular de las celebraciones pasionistas era un
modelo de cofradía que, desde el epicentro de la ciudad de Sevilla, parece haberse
extendido como una mancha de aceite por Andalucía y América. Hablamos de las
cofradías de la Soledad, en cuyas señas de identidad, aparte del culto a la Soledad de María,
se encuentra la celebración escénica del ciclo conformado por el Descendimiento, el
Entierro y la Resurrección de Cristo.
Fundadas bajo el modelo de la Soledad sevillana –hoy conocida como de San Lorenzo–,
copiando a veces incluso literalmente las reglas hispalenses, encontramos el rastro de
numerosas cofradías soleanas en la provincia de Huelva, aunque el paso del tiempo ha ido
alterando sus formas, sus denominaciones o incluso sus titulares. El marquesado
ayamontino nos ofrece al menos dos ejemplos notables en sus villas principales: Ayamonte
y Lepe. La primera, como bien saben los lectores de este boletín, erigida en 1550 y
fusionada con la también ancestral hermandad de la Vera-Cruz; la segunda, de la que no
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