Page 48 - Boletin VeraCruz 2018
P. 48

Vera cruz - Nº 4   CUARESMA 2018


                   televisión adquiría tonos aún más grises debido a una programación bastante distinta que
                   invitaba salir a la calle.

                   -¡Nona!, ¡Ven que ya está aquí!

                   Y yo corría, de la cocina a la calle, por aquel pasillo que se me antojaba interminable para
                   mis cortas piernas de entonces, para ver pasar La Lanzada, bajando primero, y subiendo
                   después aquella cuesta a duras penas porque, una vez más, el mal tiempo se había cebado
                   con ella. En mi imaginación de niña, el Cristo de las Aguas lloraba con La Esperanza de
                   abrazar a su madre en algún lugar del camino. Hasta que un año, por fin, la encontró y dejó
                   de llorar.

                   En mi memoria, el negro y verde de la procesión que cada Viernes Santo revolucionaba mi
                   casa por completo. Todos entraban y salían mientras que yo, a escondidas, me atiborraba
                   con las almendras que le quitaba a las cocas. Mi abuela se reía primero y me reñía después
                   guiñándome el ojo, como siempre.

                   Desfile  de  un  Crucificado  enorme  y  otro  que  yacía  dentro  de  una  urna  de  cristal  que
                   asustaban a una niña de 5 años, aunque nada comparable con la angustia de ver a otra de
                   sus tías descalza, de penitencia, detrás de la Virgen de la que presumía como la más bonita
                   de Ayamonte.

                   A  mis  padres  siempre  les  gustó  ver  la
                   Semana  Santa  en  el  paseo.  Allí  estaban
                   más tranquilos; pasaban frio, eso sí, pero
                   evitaban el dolor de lumbares de estar de
                   pié tanto tiempo.

                   ¡Qué  paso,  que  candelería!  Repetía  mi
                   padre cada año cuando el Cristo de la Vera
                   Cruz  comenzaba  a  desfilar  por  la tribuna
                   oficial. Se sentía orgulloso de las obras de
                   su  tío;  Pasión  y  Vera  Cruz  eran  sus
                   favoritas.

                   Mi padre, a veces extraño e imprevisible, sabía compadecer y simpatizar con todos. Era
                   fácil de llevar y con humildad encajaba los golpes de la vida sin tratar de resistirse a ellos.
                   Era  susceptible  y  para  no  ofender  a  nadie  se  guardaba  siempre  su  punto  de  vista.
                   Tranquilo, evitaba cualquier discusión o explicación. Y aunque no lo parecía, tenía mucho
                   sentido del humor.

                   ¿Y por qué digo esto ahora? Pues porque lo echo de menos. Ahora que falta, cuando llegan
                   fechas tan señaladas como estas, no paro de recordar las cosas que hacíamos juntos. Los



                                                           48
   43   44   45   46   47   48   49   50   51   52   53