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Vera cruz - Nº 4 CUARESMA 2018
Isabel de Valois fue nombrada su primera Hermana Mayor. Desgraciadamente la joven
reina falleció de parto un año después, en 1568.
La devoción popular al misterio de la Soledad de María fue cobrando enorme auge, no
solo entre las clases humildes, sino también en el estamento nobiliario y eclesiástico; y
no solo en el ambiente cortesano madrileño, sino igualmente en las villas de los
principales señoríos y grandes ciudades del reino; incluso podemos afirmar que en
algunas de esta villas, que eran cabeceras de esos estados señoriales, ya se había
producido. Este es el caso de Ayamonte, la villa señorial y cabecera del marquesado
del linaje de los Zúñiga.
Todo este largo excurso nos sirve para encuadrar la personalidad de Doña Teresa de
Zúñiga y Guzmán, duquesa de Béjar y marquesa de Ayamonte (1502-1565); pues bien,
la duquesa marquesa, como la nombraba su madre en sus últimas voluntades, fue una
mujer devota y piadosa, y, como el rey Prudente, tuvo una profunda veneración por las
reliquias de los santos, así como una ferviente devoción a la Virgen de la Soledad; la
prueba de todo ello la encontramos en su testamentaría. Esta se compone de cuatro
extensos y prolijos documentos, en uno de los cuales encontramos el apoyo fidedigno a
las afirmaciones antedichas.
Doña Teresa otorgó testamento el día diez de febrero de 1565, en sus casas de la
collación de San Pedro de Sevilla, junto al convento de frailes dominicos de Regina
Angelorum, erigido por ella. En el invoca la protección de “la bienaventurada Virgen
María, mi señora y abogada”, dice textualmente el documento, junto a la de todos los
santos y santas de su particular devoción.
Posteriormente, la duquesa mandó redactar dos codicilos, el primero en febrero, en la
misma fecha que el testamento, y el segundo en el mes de noviembre de ese mismo
año, concretamente el jueves quince, diez días antes del óbito. En ellos se especifican
toda una serie de mandatos y donaciones a sus hijos, principalmente bienes raíces o
inmuebles, como decimos hoy. Pero lo curioso del caso, por cuanto demostró ser una
mujer de profundas convicciones religiosas y además muy previsora, es que casi veinte
años antes se dedicó a redactar un memorial testamentario de su puño y letra; en el se
detallan minuciosamente el destino que deseaba que tuvieran los valiosos y numerosos
bienes muebles, incluidos los esclavos y esclavas, que poseía.
Pues bien, vamos a destacar algunos de ellos, por ser imágenes, cuadros, retablos,
vasos sagrados de plata, un extenso ajuar litúrgico, y, por supuesto, las indispensables
y veneradas reliquias.
Comenzamos a desgranar algunas de estas donaciones piadosas, con las recibidas por
el primogénito, que heredó el ducado de Béjar, Don Francisco de Zúñiga; su madre, la
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